En su último informe sobre gestión empresarial de la diversidad la consultora McKinsey & Company concluye de forma clara: “la diversidad gana: la importancia de la inclusión”. A través del análisis de grandes empresas de todo el mundo, proyectado sobre un periodo de cinco años, se constata que la variable étnica y cultural es la que tiene mayor relevancia sobre la obtención de rentabilidad en las empresas y la optimización del clima laboral.

La consultora número uno a nivel mundial, McKinsey & Company, publicó su tercer informe global sobre diversidad en las empresas, Diversity Wins (2020), que completa a los estudios previos de 2015 (“Diversity Matters) y 2018 (Delivering through Diversity). El título de este último informe nos aporta una pista evidente sobre la índole de los resultados obtenidos por la consultora a lo largo de un lustro de exhaustivo análisis de miles de empresas que desarrollan su actividad en diferentes ámbitos geográficos: “La diversidad gana”.

Mckinsey realiza en este último informe una comparativa de los resultados obtenidos en las dos ediciones previas, para concluir que los beneficios de la diversidad en las empresas son cuantificables y que su aportación tiene un peso positivo y cada vez más importante en las cuentas de resultados. Este trabajo, que abarca a más de 1000 grandes empresas con sede en 15 países de todo el mundo, está enfocado hacia la composición y participación del capital humano en las empresas, con especial detenimiento en los equipos ejecutivos, situando a la inclusión en el centro del escenario.

La creciente oportunidad de desarrollo económico y compromiso con la sociedad que supone gestionar la diversidad en las empresas ha encontrado en el lapso de tiempo objeto del análisis (2014-2019) un seguimiento desigual por parte de las entidades analizadas. El estudio resalta que aquellas empresas que han apostado por integrar la diversidad, con una perspectiva transversal, innovadora e inclusiva, son las que reportan mejores avances a nivel de incremento de beneficios y de satisfacción e implicación de sus plantillas. En el reverso de esta moneda se sitúan aquellas empresas que aún no han sabido contemplar esta oportunidad de progreso, y que, por tanto, corren el riesgo de verse penalizadas, pudiendo perder poder competitivo en un contexto mundial cambiante e incierto.

 

Los dos factores de diversidad más definitorios de este progreso empresarial son las variables género y, sobre todo, el origen étnico y cultural. El informe de McKinsey cifra en hasta un 25% de probabilidades de obtención de rentabilidades por encima del promedio a aquellas empresas que incorporan una perspectiva inclusiva de género en sus equipos ejecutivos y que, por tanto, desarrollan políticas de gestión de la diversidad que emanan desde los centros de toma de decisiones (diversos e inclusivos) e impregnan a toda la organización. Este porcentaje se eleva hasta el 36% en el caso de empresas que incorporan y estimulan la participación inclusiva de personas de diferentes nacionalidades y contextos culturales en sus órganos de decisión. Ambos datos porcentuales, que relacionan la rentabilidad con la gestión de la diversidad de género y etnocultural, han experimentado un incremento paulatino a lo largo de los 5 años que abarca el estudio de la consultora.

 Comparativa de los tres informes de McKinsey sobre el crecimiento de la     rentabilidad empresarial asociada a las variables género y origen étnico y     cultural.

 

 

 

 

Los resultados que hace públicos McKinsey, nombrada consultora número uno en la Clasificación Vault 2020 (mejor consultora en Europa, Norteamérica y Asia), nos indican que el momento de incorporar y gestionar la diversidad en las empresas ha llegado, a pesar de que muchas de ellas aún no hayan dado el paso para adaptarse a una de las características definitorias de la sociedad actual: la diversidad. Aquellas empresas que ya han emprendido este camino tendrán más posibilidades de adaptarse y progresar en un marco global teñido de incertidumbre a tenor de las circunstancias actuales y futuras, definidas por la Agenda 2030 (ODS 2030) y el nuevo contexto mundial, social y económico, resultante de la pandemia provocada por el covid-19.

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